En el tiempo y en el lugar correcto:
Todos lidiamos con una condición, una realidad que en ocasiones hace que sintamos que hay gigantes en nuestra vida, o pruebas que son mucho mayores que nuestra fe.
Queremos dar pasos de fe, ver victorias, abrazar nuestro milagro, pero ¿De dónde sacamos fuerzas?
Vemos en Hechos 3 la historia de un hombre con condiciones muy duras, con una realidad aplastante y frustrante: era un lisiado y un mendigo.
A diario se encontraba con una existencia sin propósito, siempre en el mismo lugar, en la puerta del templo, con una visión nula y sin expectativas de futuro.
Entonces algo sucedió, era un día normal, un día más:
«Cierta tarde, Pedro y Juan fueron al templo para participar en el servicio de oración de las tres de la tarde. Mientras se acercaban al templo, llevaban cargando a un hombre cojo de nacimiento.
Todos los días lo ponían junto a la puerta del templo, la que se llama Hermosa, para que pidiera limosna a la gente que entraba. Cuando el hombre vio que Pedro y Juan estaban por entrar, les pidió dinero. El hombre lisiado los miró ansiosamente, esperando recibir un poco de dinero, pero Pedro le dijo: «Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y camina!». Entonces Pedro tomó al hombre lisiado de la mano derecha y lo ayudó a levantarse. Y, mientras lo hacía, al instante los pies y los tobillos del hombre fueron sanados y fortalecidos.»
Hechos 3:1-3, 5-7 NTV
Esas condiciones no eran su identidad pero sí era una realidad.

Todos tenemos una condición, y hay un conflicto permanente en el ser humano entre la realidad y la verdad. Uno de los conflictos más profundos en nuestra naturaleza humana es lo que vemos:
– Tomamos decisiones en base a lo que vemos
– Tomamos posición por todo lo que vemos.
– Hablamos por lo que vemos.
Todo lo que ves moldea tu pensamiento.
Y es entonces cuando debemos posicionarnos: ¿Realidad o verdad?
¿Debemos entonces escoger la verdad y eso implica vivir fuera de la realidad? Es imposible vivir fuera de mi realidad, porque es un conflicto con el que siempre lidiamos, pero algo diferente es lo que la Palabra menciona como «vivir por fe».
En ese plano de la fe mis decisiones serán diferentes, mi posición será diferente e incluso mi forma de hablar será diferente.
La Palabra de Dios es muy clara, la fe es lo que mueve la mano de Dios, por lo que si yo ejercito mi fe podré ver como mi realidad se convierte en la verdad de Cristo.
Si hoy sientes que tu fe es pequeña o inexistente, como este hombre, hoy solo puedo decirte: tranquilo, a veces es suficiente con estar en el lugar y en el momento adecuado.
Lo primero que tienes que saber es en qué estado está tu fe, no puedes avanzar si no haces un chequeo general de tu fe, vamos a ir de menos a más.

Hoy quiero compartirte 3 niveles de fe:
1. Fe para pedir. Tú y yo pedimos en función de la fe que tenemos; nuestra forma de pedir determina el tamaño de nuestra fe.
Este lisiado pidió de su necesidad más urgente. Cuando vivimos en ese plano de fe, en el que nuestras oraciones son desde la necesidad Dios suplirá tu necesidad pero mañana volverás a necesitar nuevamente provisión.
¿Es malo pedir? No, pedir es el nivel más básico de fe, todos pedimos a Dios y lo hacemos a diario. El problema está cuando esa es toda la fe que tengo.
Es bueno, es necesario, es un buen comienzo, pero no puedes quedarte ahí.
2. Fe para dar. Este es un nivel mayor de fe.
– Fe para servir a otros, para liderar.
– Fe para sembrar.
– Fe para adorar.
Es una fe que nos habla de trascendencia, no estoy mirando solo mi milagro, mi bendición, sino que estoy pensando como la pongo a producir, estoy pensando: mi bendición va a bendecir a muchos.
“Y serás bendición y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”
Y esto nos da paso a otro tipo de Fe, que es el tercero y es la fe que en el día de hoy quiero que desafíe tu vida.
3. Fe para conquistar.
No puedo llegar a esta fe sin antes pasar por los otros dos.
Los gigantes son reales, y vamos a tener que encontrarnos con muchos gigantes a lo largo de nuestra vida.
Pero ¿Qué es un gigante? Todo aquello que se opone a una bendición.
¿Qué se opone a tu bendición el día de hoy?
COMO PASO DE UN NIVEL DE FE A OTRO?

1. Cambia tu forma de orar. Hay tiempos para pedir pero también hay oraciones de conquista.
Este verano te quiero animar a que comiences a orar de esta manera.
En la Biblia hay muchos ejemplos de oraciones de conquista, una que toca mi corazón es la de David:
«Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros. Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;»
Salmos 18:29, 31-33 RVR1960
Cuando esto se reveló en mi vida, tuve que cambiar mi manera de orar cuando quería ver una victoria. Hay oraciones en las que pedimos, otras en las que damos, pero hay oraciones de conquista.

2. Cambia tu lenguaje: hay poder creativo en la palabra hablada.
La ciencia ha descubierto que el centro cerebral que controla nuestro lenguaje tiene poder y dominio sobre todos los demás centros nerviosos. Esto es a nivel físico, pero imagínate aplicado a todo nuestro ser.
Este verano vas a aprender un nuevo lenguaje, el lenguaje de la Biblia; comienza a hablar palabras de fe.
Alimenta tu sistema nervioso con un lenguaje creativo, constructivo, edificante y victorioso.
Habla con palabras de la biblia, repitelas constantemente hasta que ellas tomen posesión de tu mente y de tu cuerpo.
El Espíritu quiere usarte para dar cumplimiento a los propósitos De Dios.
Hay un poder especial que se desata cuando tú abres tu boca: dejemos de
mendigar un milagro, dejemos de mendigar porque algo suceda, hoy quiero animarte a que des la palabra.
CUANDO DIOS CREO LA TIERRA LO HIZO POR MEDIO DE SU PALABRA, Dios da poder cuando tu y yo hablamos y testificamos de Él, pero sobretodo cuando tu oras por alguien.
Quizás tu dices: pero no tengo experiencia, no sé mucho o puede que tengas temor de orar por alguien porque nada sucede, porque no se produce una sanidad. Quizás sientas que no tienes mucho que ofrecer.
Pedro fue muy sabio cuando dijo: Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y camina!
Comienza por algo pequeño, ora por alguien que tenga una necesidad pequeña y así tu fe despertará: el Espíritu Santo te va a guiar y te va a respaldar.
